Ponentes y parte de los asistentes al curso de Periodismo Narrativo en la UNED de Ponferrada.

El verano es para aprender

Ponentes y parte de los asistentes al curso de Periodismo Narrativo en la UNED de Ponferrada.

Llega el verano y florecen los cursos en las universidades españolas. Es buena época para escudriñar programas en busca de ponentes de los que aprender. Carlos Fidalgo, periodista del Diario de León, creyó que Ponferrada podía ser un buen sitio para hablar de Periodismo Narrativo, de armas contra los bulos y desinformaciones, de emocionar a través del modo de contar, de influir en el entorno con la acción periodística. Con el apoyo de la UNED en Ponferrada tejió un programa ambicioso con ponentes de lujo: Olga Rodríguez, Macarena Berlín, Sergio del Molino, Espido Freire y Julio Montes ejercían como cabezas de cartel.

El propio Carlos y yo, en la sesión del jueves, nos ecargaríamos de la parte más ‘académica’, con dos talleres cargados de ejemplos de buen periodismo. El de Carlos Fidalgo versó sobre ‘Introducción al periodismo narrativo. La frontera borrosa del reportaje con la literatura’. Utilizando su amplísimo bagaje lector, explicó cómo se pueden adaptar las técnicas del lenguaje literario al periodismo. Fórmula que ha deparado obras impactantes a lo largo de la historia.

En la conferencia de Carlos Fidalgo se habló del detalle revelador que ejecutaba de forma magnífica Robert Kapuscinski, y surgieron nombres, y libros, indispensables para entender esta rama del oficio tan necesaria: Svetlana Alexievich, Truman Capote, John Hershey, Chaves Nogales, García Márquez… Lo llamativo, sin embargo, fue comprobar que ese periodismo narrativo de los maestros se puede llevar, con pericia, paciencia y horas de trabajo más allá de la rutina diaria, a unas páginas de un periódico local. Capaz de desmentir con la herramienta más simple del oficio, la entrevista al testigo directo, un bulo sobre un supuesto atentado fallido sobre Franco que nunca existió. Fidalgo, el autor, el mismo periodista local que ha publicado ya novelas fantásticas de una hechura redonda y que ha buceado en la trastienda imaginada de los Juegos Olímpicos con un libro de relatos merecidamente premiado, ha ejecutado reportajes de gran calidad literaria en la edición de El Bierzo de Diario de León.

El sábado resultó una jornada intensa. Olga Rodríguez, periodista especializada en información internacional, curtida en conflictos, evidenció que en la difusión de los bulos los medios tienen su cuota de responsabilidad cuando deciden asumir las consignas oficiales sin cuestionárselas. «Algunas de las falsedades más graves se han difundido a través de los medios de comunicación y de fuentes gubernamentales», advirtió, recordando el caso de la guerra de Irak y las armas de destrucción masiva que nunca -supimos después- existieron. Y puso otro ejemplo de cómo el relato oficial desvirtúa la realidad. Sucedió, contaba, con el famoso derribo de la estatua de Sadam Hussein. «Había 400 en Bagdad, pero eligieron esa, frente al hotel de los periodistas, con iraquíes que trabajaban con los americanos. Y con un buen encuadre cerrado».

Pero si vas a hablar de bulos, lo mejor es que consigas que Julio Montes, de Maldita.es, deje de responder ‘whatsapps’ y te cuente. Experto en verificación, su primera advertencia es que no hay que caer en la trampa lingüística de llamar a los bulos «noticias falsas». «Mejor hablar de desinformación que de noticias falsas. La primera batalla que no debemos perder es la del lenguaje», dijo. Porque, digámoslo claro: «No son ‘fake news’ porque nunca han tenido intención de ser noticias, son contenido creado para desinformar, para hacer el mal». Sus pautas para desactivar nuestra cuota de responsabilidad en la desinformación son claras. Ante la duda, no compartas. Antes de retuitear o reenviar ese mensaje por Whatsapp, duda y consulta. Si incluye algo del tipo «lo que no quieren que sepamos», desconfía. Y ten en cuenta que hay páginas que parecen medios de comunicación pero no lo son, darles pábulo solo contribuye a difundir patrañas.

Sergio del Molino, autor de ‘La España vacía’, hizo una serie de reflexiones sobre cómo han cambiado los modos en que los periódicos seleccionan la información. Los lectores, ahora, mandan. Imponen, incluso tiránicamente, unos temas que en ocasiones brotan fuera del espectro habitual de los medios, en las redes sociales. «Una terrible paliza a unas chicas lesbianas en Londres se volvió viral. Antes de Internet, un editor de mesa pensaría ‘Londres, lejanía, sin muertos, suceso menor’. No lo habría valorado. ¿Por qué ahora sí? Porque es viral», ejemplificó Del Molino.

Macarena Berlín y Espido Freire, cómplices bibliófilas en la cadena Ser, prestaron a los alumnos un abanico de recomendaciones para enfrentarse a la narración, sea para contar algo en público o para un relato escrito. «Mantener la curiosidad, honrar la palabra, reconocer los errores», decía Macarena Berlín, que dicho así parece sencillo. Espido Freire, haciendo el papel de oyente, anotaba algunos de sus consejos: «Nos habla de la importancia de los contenidos propios, de la voz propia y el periodismo social». Conceptos que hilvanaban a la perfección con los talleres del primer día y con la dura autocrítica al oficio de Olga Rodríguez.

Espido Freire abordó el proceso de construcción del relato literario, que como se vio en el curso es, en buena medida, aplicable al relato periodístico, capaz de utilizar las herramientas de la narrativa para dotar de contexto y profundidad a las informaciones y a los personajes que las protagonizan.

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